Corría el mes de febrero de 1969. Aún faltaba algún tiempo para el mayo francés, otro tanto para el arribo del hombre a la Luna.

En Uruguay y el mundo se vivían tiempos turbulentos, y por entonces un joven duraznense iniciaba una nueva vida. El joven Luis comenzaba su etapa como rematador, enfocado hacia las haciendas y los negocios rurales. El apellido Andrade mantenía viva su intención de hacer historia en la región, siempre asociado a los negocios transparentes, a la confianza, a la seriedad.

Precisamente esos valores se atesoran aún más al día de hoy, cuando Luis Andrade celebra 50 años como rematador, haciéndolo en su Local Durazno.
Ayer fue la feria mensual del escritorio homónimo, y allí se le tributaron todos los homenajes posibles a Don Luis. Desde su familia, amigos, compañeros de tareas, funcionarios del escritorio, compradores, vendedores. Y El Acontecer acompañó este 12 de febrero de 2019, especial por donde se lo mire en la carrera del rematador profesional.

LOS PRIMEROS TIEMPOS

“Es un jalón importante, con la satisfacción que he hecho lo que me gusta, muy importante para poder mantener el ritmo. Lo he hecho con mucho cariño, con mucha responsabilidad, y la conclusión es que tengo más cosas que agradecer que todo lo demás. Es otra etapa que uno va cumpliendo pero, en mi caso, con mucha satisfacción y agradecimiento a la gente que he conocido en estos años y me han enriquecido para la calidad de vida que uno pueda llegar a tener. Con toda sinceridad, es más agradecimiento que otra cosa”, dice Luis.
La emoción en la voz, el agradecimiento en las palabras, la trayectoria en los almanaques.
“El respeto y el homenaje a mis padres que tuve la suerte de tenerlos, de mirar dónde aprender. Tanto mi papá como mamá, gente con una generosidad y vocación de servicio. Mi padre trabajó mucho y mi madre también le acompañó hasta en el escritorio, cuando no estaba y venía gente de afuera y se debía solucionar un problema; doña Anita siempre estaba. Son cosas con mucho fondo y con mucha sensibilidad y sentimiento.” 
La voz se le quiebra en la charla con este medio, que lo ha acompañado por décadas. El hijo de don Homero Andrade remató ayer, y también la voz trasladó sentimientos al público que se acercó a la feria mensual.
Hoy, en 2019, Luis Aparicio Andrade sigue contando historias, pues tiene fuerzas. “Viendo la familia, los gurises acompañando, ojalá que lo pueda seguir haciendo por mucho tiempo. Hoy por hoy me siento muy bien, con mucha más experiencia pero también muy respaldado hasta por los compradores. En el caso mío tengo hasta cuarta generación, familias que han sido clientes del escritorio, tanto vendedores como compradores en Local Durazno. Ellos me facilitan el trabajo por la confianza, jamás le discuten nada al rematador. La suma de estas cosas facilita el desempeño de cada uno. En mi caso, me siento reconfortado porque me permiten seguir funcionando.”

LO QUE NO SE APRENDE

Se estudia para rematador, se aprende a ser martillero. Pero la experiencia no se aprende en las aulas, se consigue con los años y en estas cinco décadas Luis la ha acumulado.
“Con este oficio y con todos, la confianza es algo que ayuda y facilita mucho las cosas. Soy un agradecido de la gente, eternamente, por la confianza depositada en toda una vida. Hay un martillero amigo con el cual trabajamos mucho tiempo —es de Artigas pero está en Montevideo—, Julio Alori, y siempre me dice que no hay ningún local en el Uruguay donde la gente no le ponga base a los ganados, que es lo que hace la gente en el local, que yo le pregunto y me dice ´lo que usted hace está bien hecho´. Eso es la confianza, que te genera mucha más responsabilidad pero a la vez te llena el alma, te sientes orgulloso de que eso no se pierda y persista. En un mercado muy dinámico como es ahora todo, estas cosas te alegran el alma.”

EMOCIÓN DE HOY

El 12 de febrero de 2019 fue especial, pero en 1969 debe haber sucedido algo similar. Sin embargo, en el diálogo con Luis aprendemos qué le pasa cada mes, en los momentos previos a subir al estrado para bajar el martillo a los ganados de la región. La adrenalina, la responsabilidad y los nervios están presentes.
“Ojalá que siempre esa preocupación y responsabilidad estén presentes. Eso sucede cuando se tiene una cantidad de hacienda que va a pasar por la pista y uno será el responsable de defenderlo al máximo, eso genera una inquietud. En el Local Durazno también hay un sentido de los compradores —y todos los saben, pues lo he declarado siempre— que debo defender al vendedor. Tengo que contemplar al comprador, pero el que me da la responsabilidad de defender lo que tiene y ha logrado con mucho sacrificio es el vendedor y del cual yo estoy debidamente responsable, para defender esas haciendas con toda la pasión y el respeto que se merecen. Los compradores lo han entendido siempre y en ese sentido saben que soy irreversible. Defiendo a la gente y respeto mucho a quien compra también. Me sirve que la gente sirva bien y que aquellos que compran hagan buenos negocios”, sentencia.

LA FERIA SIGUE

Ayer Luis Andrade pasó a martillo una importante cantidad de vacunos. Por ejemplo, 23 vacas a USD 535, 44 piezas de cría a USD 368 o las 64 vacas de invernar de la raza Hereford en USD 565. Los números hablan del vigor de la feria en Local Durazno y de la sapiencia del rematador para lograr esos guarismos.

¿HAY FERIA PARA RATO?

Andrade se despega de los remates virtuales y asegura larga vida a las ferias tradicionales.
“Es una opción más la pantalla, lo virtual. Hoy la feria también lo es. Las ferias socialmente contemplan a todo el sector, desde el más chico y tiene un ternero o una vaca hasta el que tiene 500 vacas. La pantalla no puede lograr eso, pues hay un mínimo para vender. Así como hay gente que le gusta vender en pantalla, hay otra que no le gusta, y pasa lo mismo con el comprador. Local Durazno tiene compradores que invernan ganado y, sin embargo, compran en ferias, particular. Son opciones diferentes y ambas son respetables. No me gustan las cosas virtuales; defiendo el relacionamiento, reunirse los vecinos en una feria, conversando. Yo nací en eso y voy a morir en eso. Es lo que me gusta, lo que siento y me hace sentir bien”, concluyó. 
Asegura que “siempre vamos a seguir, siempre empujando el carro”. Y se despide, rumbo a otros muchos años de rematador profesional.